Una extraña enfermedad se ha apoderado de mí.Me harán un tratamiento para condenarla, aunque la mayoría me mira como si yo misma fuera la condenada.Es difícil enfrentar los rostros cuando uno enferma. Ellos, sin quererlo, muchas veces, nos hacen perder la ilusión y la esperanza de sobrevivir. ¿Son conscientes de ello?No, la mayoría vé en nuestra cara su propio temor. Su propio sentido de la finitud. Me dicen, no veas esos gestos, sigue adelante. Y quizás tengan razón quienes así proceden. No hay peor enfermedad que causar lástima. Por eso los enfermos debemos ser muy fuertes, ser pacientes en todo el sentido de la palabra, ganadores del estímulo de sabernos presentes aquí y ahora y con las armas que haya que usar para tal preciado fin. Estoy enferma, si,pero viva.
sábado, 23 de mayo de 2009
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